La Plata será, pues, el laboratorio fecundo de experiencias…
Joaquín V. González, La Universidad Nacional de La Plata. Memoria sobre su fundación, Sección Primera (1905)
El domingo 12 de julio falleció en Buenos Aires nuestro querido amigo y colega Pedro Krotsch. Cercado desde hacía tiempo por una impiadosa enfermedad se fue a los 67 años, pero como dicen los hermanos mexicanos “le hizo la lucha” hasta el final, enfrentando esa batalla con valentía y presencia de ánimo, con humor e ironía, con esa sonrisa bien plantada de los que saben que los partidos hay que jugarlos hasta el último minuto.
Mientras tanto, continuó atendiendo sus obligaciones de gestión con la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), y mantuvo a flote sus compromisos académicos con la Universidad de Buenos Aires (UBA), y con nuestra universidad, donde se desempeñaba como profesor e investigador del Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, y como miembro del Comité Científico de la Especialización en Docencia Universitaria.
Dueño de una vasta y reconocida trayectoria en el campo sociológico, tanto en la Argentina como en el extranjero, Pedro será especialmente estimado por las jóvenes generaciones como un auténtico maestro, cálido y generoso, afable e ilustrado, apasionado e inspirador, en la guía de estudiantes y graduados por la senda de un pensamiento crítico y plural; será también recordado como un decidido impulsor de diversas iniciativas institucionales para el desarrollo de las ciencias sociales en el país; y será largamente leído por sus múltiples y valiosos aportes intelectuales a la sociología de la educación y a los estudios de educación superior, de los que fue un verdadero pionero en nuestro medio. Sin contar los numerosos artículos en revistas nacionales e internacionales, su participación en congresos o contribuciones en variados volúmenes, entre sus libros podemos mencionar Universidad y evaluación. Estado del debate (1994), Educación superior y reformas comparadas (2001), La Universidad Cautiva. Legados, marcas y horizontes (2002), Las Miradas de la Universidad (2003), Evaluando la evaluación: políticas universitarias, instituciones y actores en Argentina y América Latina (2007), y el más reciente, De la proliferación de títulos y el desarrollo disciplinario en las universidades argentinas (2008).
Pedro amaba y sufría al país, y a la Universidad de Buenos Aires, como solamente se puede sufrir por las cosas que se quieren tanto, pero desde hacía ya bastante tiempo había construido con la Universidad Nacional de La Plata un vínculo afectivo y académico especial. Desde la última parte de los años noventa comenzó a impartir regularmente en el joven Departamento de Sociología un Seminario-Taller sobre la problemática universitaria, dirigió tesinas de licenciatura, becarios y tesistas de postgrado, lideró varios proyectos de investigación referidos a la problemática de las políticas de evaluación en el ámbito universitario, publicó varios libros, y coordinó jornadas, seminarios y coloquios, con invitados nacionales y extranjeros.
En 1999 radicó en el Departamento un proyecto de investigación sobre las relaciones entre el Estado y la universidad que terminó siendo un verdadero programa, y en torno al cual se conformó un grupo de profesores-investigadores, graduados y estudiantes con diferente formación disciplinar, y de distintas pertenencias institucionales, pero con preocupaciones comunes: estudiar la universidad como actor y como institución compleja, como sujeto de cambios y objeto de políticas, como problema de investigación y como espacio de producción crítica de saberes y visiones. Ese programa fue una manera de entablar un diálogo crítico con todos los actores del campo universitario, bajo el supuesto de que sólo a partir de la construcción colectiva de una nueva visión sobre la universidad sería posible su transformación.
Haciendo una cuenta rápida, Pedro debía conocer todas y cada una de las universidades del país. Allí lo llevaban sus habituales peregrinajes como docente de postgrado, sus curiosidades de investigador o alguna tarea puntual de asesoría. En todos lados juntaba amigos, inspiraba investigaciones, despertaba curiosidades o entusiasmaba tesistas; en muchas de esas instituciones, además, supervisaba algún grupo de trabajo o desarrollaba actividades con cierta regularidad: de San Luis a la Patagonia Austral, de Litoral a Quilmes, de Comahue a Tandil, de Córdoba a Mar del Plata, de Tucumán a Lanús. Pero en el caso particular de La Plata, además de su compromiso académico, se sentía especialmente atraído por recuperar algo de su espíritu fundacional, y volvía una y otra vez al pensamiento de Joaquín V. González. Por ese derrotero, estimuló a varios contingentes de alumnos y alumnas a investigar en detalle la historia institucional y científica de una universidad que se había pensado diferente desde su origen. Como decía la Memoria sobre su Fundación:
“Tampoco creo que haya en el país mucho ambiente ni espacio bastante para una tercera universidad del tipo de las clásicas de Buenos Aires y Córdoba; pero precisamente, en esa convicción, pienso que una tercera Universidad de tipo moderno y experimental, que se aparte de aquellas por su organización, diferente carácter y métodos de sus estudios, sistema de gobierno interior y direcciones especiales y prácticas de sus diversas secciones, no sólo tendría cabida fácil, sino que respondería a una necesidad evidente de todas las clases sociales de la Nación, y en particular, de las que miran más a la prosperidad general, bajo su faz científica y económica”.
Esa lejana impronta científica, experimental, innovadora, comprensiblemente despertaba en Pedro jirones de recuerdos de lo que tal vez había sido la universidad argentina de los años sesenta, en la que él se había formado; y quizá también encendía destellos de sentido en favor de cierto concepto de universidad humboldtiana -ya como categoría histórica, ya como ideal regulativo-, sobre la cual su pensamiento merodeaba con frecuencia. Tal vez por esas inspiradoras resonancias Pedro decidió que uno de sus libros más queridos, La Universidad Cautiva, tuviera la siguiente dedicatoria: “a la Universidad Nacional de La Plata, cuya historia estimuló nuestras reflexiones”; y luego anotó en su Prólogo, escrito en medio de la crisis de 2001:
La Universidad Nacional de La Plata es sin duda un espacio promisorio para la investigación. Ha sido la primera universidad pensada en torno a un perfil científico en un momento en que la denominada “universidad de los abogados” constituía el modelo hegemónico… No cabe duda de que en ella permanece, bajo la forma de un mito y también de una saga, la idea de una misión que permita forjar la universidad nueva. Esperamos poder contribuir de alguna manera a la realización de este ideal, aún en tiempos en los que la desesperanza y el desasosiego impiden muchas veces extender la mirada y forjar horizontes.
Pedro se ha ido, pero no nos ha dejado solos. Nos queda su querido recuerdo, su ejemplo, sus preguntas, sus búsquedas; nos aguarda un legado que debemos asumir y continuar en plural, colectiva, críticamente; nos espera también una obra que habrá que organizar y difundir, que estudiar y discutir. Pero por sobre todas las cosas, nos deja el exigente testimonio de mantener en alto las banderas de un insobornable compromiso ético, intelectual e institucional.
No será un trabajo fácil. Pero lo haremos como a él le hubiera gustado que lo hiciéramos, y que lo recordáramos. Con alegría.
La Plata, 16 de julio de 2009. Estas líneas pertenecen a un texto mayor que próximamente será publicado en nuestra página.