EN CAMPAÑA

lunes, 1 de junio de 2009
Hacia el año 64 antes de Cristo, el célebre abogado, escritor y eximio orador Marco Tulio Cicerón se presentó como candidato al consulado romano del año siguiente. Por entonces recibió de su hermano menor, Quinto Tulio, una larga carta colmada de reflexiones y consejos para tener éxito en la contienda política. La epístola se conoce como “Commentariolum Petitionis” y algunos expertos la han traducido como “Breve Manual de Campaña Electoral” (el “petitor” era, entre otras cosas, el que aspiraba a un cargo, de ahí que “com-petidor” sea el que pretende obtener un título junto con otros que quieren lo mismo). Si bien los especialistas han discutido desde hace muchas décadas la efectiva autoría del texto, no se duda de la autenticidad del documento como testigo de época, lo que ha permitido entender mejor algunos vericuetos de la lucha electoral en la antigua Roma.

En tiempos de candidaturas testimoniales, nepotismo militante y gobernantes ausentes de sus despachos por andar de gira proselitista, he querido sumar un módico aporte a la confusión generalizada. El siguiente decálogo sintetiza algunas de las propuestas más sugerentes que los hermanos Cicerón habrían considerado en aquella lejana campaña electoral de hace más de dos mil años. Su lectura sirve también para comprobar lo poco que han inventado desde entonces los consultores de imagen, pese a lo caro que cobran.

Hay varias traducciones del “Commentariolum”. Recientemente la revista mexicana Nexos ha resumido en su edición del mes de mayo la traducción de Alejandra de Riquer (Barcelona, Quaderns Crema, 1993). También he consultado la publicada por Bulmaro Reyes Coria de la Universidad Nacional Autónoma de México (2007). Sigo en general la traducción de Nexos, salvo en mi penúltima proposición, donde prefiero la versión más literal que ofrece Reyes Coria de los parágrafos 46, 47 y 48.

Una última advertencia para candidatos al borde de un ataque de nervios: Cicerón, como pueden verificarlo en cualquier libro de historia, terminó ganando aquella elección.

1) Por mucha fuerza que tengan las cualidades naturales del hombre, en un asunto de tan pocos meses, las apariencias pueden superar incluso esas cualidades;

2) Es muy necesaria la adulación, algo que, aunque en la vida corriente constituya un defecto vergonzoso, se hace imprescindible en una candidatura;

3) La opinión pública ha de importarte muchísimo. Es necesario que pongas esfuerzo, habilidad y diligencia en conseguir no que tu fama se extienda desde tus partidarios al pueblo, sino que el pueblo, por sí mismo, cobre gran afecto por ti;

4) Tres cosas en concreto conducen a los hombres a mostrar una buena disposición y a dar su apoyo en unas elecciones, a saber, los beneficios, las expectativas y la simpatía sincera;
5) Que aquellos que te deben algo y aquellos que desean debértelo se den cuenta de que no van a tener más oportunidad que ésta, los unos, de demostrarte su agradecimiento, y los otros, de convertirse en deudores tuyos;

6) Hay algunos hombres influyentes en sus barrios y en sus municipios. Es preciso que te ocupes cuidadosamente de esta clase de hombres, de manera que ellos mismos entiendan que ya sabes lo que puedes esperar de cada uno, que aprecias lo que recibes y que te acuerdas de lo que has recibido. Pero hay otros que, o no son capaces de hacer nada, o incluso son odiados por los de sus propias tribus. Procura distinguir quiénes son a fin de no quedarte pobre de recursos si depositas en alguno de ellos una esperanza excesiva;
7) Les estimulará a moverse por ti tanto la perspectiva de los servicios que todavía te quedan por prestarles como el recuerdo de los favores que les hiciste recientemente;
8) Aquello de lo que no seas capaz, niégate a hacerlo amablemente o no te niegues; lo primero es propio de un hombre bueno, pero lo segundo de un buen candidato;

9) Si prometieras algo…, será para día incierto y para muy pocos;…si lo negaras, de modo cierto alejarás inmediatamente a muchos…; así los hombres son capturados más por la frente y el discurso que por el beneficio mismo y la cosa…, y todos son de tal ánimo que prefieren que tú les mientas a que les niegues;

10) Procura que toda tu campaña se lleve a cabo con un gran séquito, que sea brillante, espléndida, popular, que se caracterice por su grandeza y dignidad, y que se levanten contra tus rivales los rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos, algo que por cierto no desentonaría con sus costumbres.

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