GURRUMINES

sábado, 8 de septiembre de 2012



Por Antonio Camou

Podrá decirse que es una nota de color, un dato ingenuo, una historia mínima. Pero entre el fárrago de imágenes discordantes, donde el análisis crítico se mezcla con la arenga inflamada, la argumentación serena con el ampuloso ademán de enfrentamiento,  la triste recordación con la jornada de turismo, cierta crónica periodística nos acerca una novedad digna de reflexión. La información señala que en Malvinas se ha puesto en marcha un estricto programa para la enseñanza “obligatoria” del castellano para chiquitos de tres años de edad en adelante. Si bien es verdad que en el pasado -explica el maestro malvinero Tom Hill- se dictaron cursos aislados de español en la primaria, "es la primera vez que se enseña de una manera completa, a largo plazo y que se va a enseñar con profundidad" (Clarín, María Arce, 16/02/2012).

La decisión tomada por los isleños, en el marco de directivas emanadas de la autoridad educativa británica, guarda más de un mensaje en la botella para quien quiera leerlo con buenos ojos. Por un lado, es una apuesta de largo plazo por la educación, el entendimiento y la integración, ya que nuestra vecindad iberoamericana es para los malvinenses un destino ineludible. Pero también envuelve una lección que evidencia modos diferenciados de pensar y de poner en marcha esas siempre tercas “efectividades conducentes”. Donde nosotros enarbolamos un discurso ellos prefieren ensayar una práctica; donde nosotros dibujamos en el aire un magno proyecto ellos optan por el tanteo acotado de una experiencia; donde nosotros desplegamos pomposamente un gesto, ellos ponen en marcha un mecanismo, un dispositivo concreto que enlaza causas con efectos, esfuerzos sostenidos con resultados. No nos vendría nada mal anotar el detalle.

Visto en perspectiva, la enseñanza sistemática de nuestra lengua abrirá nuevas y prometedoras puertas allí donde el recelo, el hostigamiento y el recuerdo trágico de la guerra han colocado pesados cerrojos que traban formas más imaginativas y provechosas de procesar el conflicto. De aquí en más esperaremos que el tiempo vaya haciendo su lento trabajo de zapa, pero habrá que ayudarlo con la guía de una activa política cooperativa y de una construcción intelectual orientada a forjar un horizonte de comprensión que trascienda el molde estrecho del reclamo territorialista. En ese difícil y escarpado sendero hay espejos donde recabar algunas experiencias de audacia estratégica y de continuidad institucional: a sólo cinco años de la más espantosa devastación de la historia, franceses y alemanes se sentaron a una mesa para reconstruir su futuro bajo el paraguas de la unidad europea. Que la iniciativa haya sido lanzada por un hombre que por razones familiares hablaba a la perfección ambas lenguas -y estaba empapado de las dos culturas- es otro elemento que tampoco convendría desestimar.

Mientras tanto, para una fresca generación de pequeños malvinenses ha comenzado a abrirse la mejor tranquera que los argentinos podemos ofrecer para quien quiera entrar a conocernos: la de nuestra cultura, la de nuestros poetas y la de nuestra música. No será fácil al principio, pero con algún esfuerzo tal vez estos chicos descubran que antes de lanzarse a bailar el rock vale la pena probar suerte con “El Twist del Mono Liso”, de María Elena Walsh. Y quizá un día no muy lejano a un enamoradizo adolescente malvinero se le revele la belleza de “Muchacha (ojos de papel)” o de “Rasguña las piedras”, como a cualquiera de nosotros, allá lejos y hace tiempo, nos sucedió con los Beatles o Queen, con Stevenson o Chesterton. Y más adelante, si el estudio lo permite y las ganas los empujan, podrán leer a Borges, a Cortázar, a Bioy, a Silvina Ocampo, a Saer, a Puig, y muchos más. El universo de posibilidades se ensanchará hasta doblar el codo del infinito.

Descubrirán así que hay muchos modos de ser argentino (como de ser inglés, estadounidense, mexicano, alemán o canadiense), que hay maneras plurales de ver la vida, la política o la cultura, y que nuestros Padres Fundadores nos legaron un tesoro que guardar y engrandecer: el de “asegurar los beneficios de la libertad” para nosotros, para nuestra posteridad, y para todas las personas que quieran habitar nuestro suelo. 

Pero habrá que ir paso a paso y tener en claro que la palabra es una avenida de ida y vuelta que sólo madura con el diálogo. Durante su recorrido por la salita de tres años, los chiquitos recibieron a la periodista argentina con un “hola” entonado a coro, risueño y entusiasta; aunque cuando se les preguntó “¿Cómo están?”, solamente uno de los pequeños se animó a contestar con un lacónico “bien”. Un poco por timidez y otro tanto porque el vocabulario no anda sobrando el intercambio no pudo profundizarse todavía. Pero ese puñado de maestros británicos que han comenzado a enseñar el castellano desde temprana edad a los pibitos de la "Stanley Infant and Junior School" están sembrando una promisoria semilla de futuro.

Cuando estos gurrumines de hoy se conviertan en los isleños adultos de mañana podrán decirnos con todas las letras, y en nuestro propio idioma, todo aquello que piensen, sientan y quieran.

La cuestión es saber si para entonces estaremos dispuestos a escucharlos.

 

La Plata, 2 de abril de 2012

Publicado en la página del Club Político Argentino: www.clubpoliticoargentino.org (2/04/2012).

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